Publicado en TEKNLIFE
Por David Salces | 23 junio, 2014
Hay un término, común en México pero casi desconocido en España, que curiosamente llevamos a sangre y a fuego en nuestro carácter muchos de los hijos de la madre patria. La palabra a la que me refiero es malinche y, según su definición de la RAE, se refiere a todo aquel que muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio. Su origen viene de Malinalli Tenépatl, primero esclava y luego amante de Hernán Cortés, apodada malinche y que, por su actitud con los españoles con respecto a los habitantes autóctonos, dio lugar al término que, a día de hoy, podemos calificar como antónimo de chovinismo. El caso es que, sea por la falta de oportunidades o por nuestromalincheismo, tendemos a pensar que no exportamos nada (como mucho, talento, pero no frutos del mismo), pero eso no es así. El problema es que, igual que en ocasiones compartimos nuestro genio con el resto del mundo (el sumergible de Isaac Peral, el Autogiro de Ricardo de la Cierva o el Arcamuz, por poner sólo tres ejemplos), a veces también exportamos malas ideas. Y este es el caso de los editores de prensa alemanes, que buscan un canon similar al obtenido por ley por los españoles. Hablamos, claro, de la polémica Tasa Google por los contenidos agregados en Google News.
En concreto, los editores alemanes pretenden que Google comparta con ellos el 11% de los beneficios que obtiene gracias a mostrar sus contenidos en los resultados de búsqueda de Google News. Y, para ello, se apoyan en la Leistungsschutzrecht für Presseverleger, una parte de la ley aprobada por gobierno federal alemán en 2013 y cuya función, al menos en su declaración de intenciones, es proteger los intereses de los editores de prensa frente a los riesgos que supone Internet. Apoyándose en dicho marco legal, doce editores alemanes, encabezados por Axel Springer (la principal editorial europea y una de las más grandes del mundo) y Burda (Focus), han iniciado lasacciones necesarias para conseguir lo mismo que se plantea en España con el canon de AEDE, la llamada Tasa Google.
El primer problema surge, claro, con el cálculo del total sobre el que aplicar ese 11% al que, según su cuestionable criterio, tienen derecho los editores. Google News, el servicio de indexación de noticias de Google no muestra publicidad entre sus resultados, por lo que el modelo de participar en los beneficios hace necesario, para empezar, cuantificar los beneficios económicos indirectos que dicho servicio le reporta a Google, ya sea por el volumen de tráfico que gestiona, como por la información sobre cada usuario que es capaz de obtener gracias a sus hábitos de navegación y de búsqueda de información.
Google, que ya se ha enfrentado a los editores en otros países de Europa, recuerda que la presencia de un medio en Google News es opcional, y que con una sencilla operación técnica el buscador puede dejar de mostrar los contenidos de un medio en sus resultados de News. Hace algunos años, en Bélgica, y por un conflicto similar, Google eliminó de los resultados a los principales diarios del país. Estos tardaron poco tiempo en comprobar que, efectivamente, el volumen de tráfico que les ofrece esta empresa es un importante valor, por lo que pidieron volver a aparecer en los resultados de búsqueda. Ahora, el objetivo de los medios es más perverso: quieren que Google sea una de sus principales vías de tráfico, pero que además les pague por el tráfico que les genera. Es como si, por ejemplo, la cafetería a la que voy todas las mañanas me cobrara un suplemento cada vez que les envío a alguien que me `pregunta dónde tomar un café por la zona.
Hay quienes defienden la increíble complejidad técnica de calcular el beneficio económico que obtiene Google, de media, por cada enlace mostrado en Google News. Sin embargo, lo mejor es que no seamos inocentes: Google es una gran corporación, con las ideas muy claras y las cuentas todavía más, y a buen seguro que en sus oficinas hace ya mucho tiempo que barajan un cálculo estimado de dicho beneficio. Sin embargo, ¿qué ocurre si el producto, en sí mismo, es deficitario, y se mantiene por Google por su valor estratégico en su cartera de servicios? Esta posibilidad no es tan remota, son muchos los servicios online que, pese a su éxito, pierden dinero año tras año o, para ser más exactos, no ingresan tanto como gastan. ¿Y si fuera el caso de Google News? ¿Cubrirían los editores alemanes (o los españoles, llegado el caso) el 11% de las pérdidas que el servicio le pudiera generar a Google?
¿Y en caso de que Google optara por “expulsar” del servicio a aquellos medios que pretenden cobrar por estar en el mismo? ¿Qué ocurriría entonces? En primer lugar, claro, los que permanecieran en el servicio serían los grandes beneficiados, pero seguro que los excluidos tardarían poco tiempo en pedir volver a aparecer en los resultados, pero ¿exigirían aparecer en los mismos y, además, cobrar por ello? Es decir, ¿podrían exigir tráfico y dinero al buscador? Sí, puede sonar un tanto forzado… más o menos como que la cafetería me cobre por enviarle clientes. El problema, claro, es que haya gobiernos y políticos dispuestos a aceptar esta distorsión tan flagrante de las condiciones de juego limpio en el mercado. Imponer algo así es tan bárbaro que, sin duda, no pasaría ni un sólo análisis de higiene básica.
Está claro que la situación de los medios de comunicación o, para ser más exactos, una parte de los grandes grupos de comunicación del siglo pasado, se enfrentan a muy duros problemas para sobrevivir. Sin embargo, y pese a la creciente opinión de que la red es parte del problema, en realidad Internet es una bendición para el periodismo. Y aunque el gigante de las búsquedas tenga sus luces y sus sombras, es innegable el efecto positivo que Google News supone para los medios online. Por eso, pretender que quien te está llevando usuarios, además tenga que pagarte por ello, es tan absurdo como que mi cafetería de todos los días empiece a exigirme un pago cada vez que se la recomiendo a mis amigos. Yo, si me viera en esa situación, dejaría de recomendar esa cafetería, probablemente también dejaría de ir yo mismo y, seguro, encontraría otro bar que agradecería tanto mi presencia como la de mis amigos. Aunque, bueno, ya decía que es un planteamiento ridículo. En realidad, en mi cafetería de referencia tengo un descuento permanente (del 10%) y, si voy con amigos, el descuento se hace extensivo a ellos. Pero claro, ¿qué pueden aprender los grandes grupos editoriales alemanes de una cafetería y su relación conmigo? Pues, perdón por la inmodestia, pero creo que más de lo que les enseña el erróneo modelo del canon de AEDE. El problema es que me temo que los cantos de sirena de un montón de dinero fácil, y que no haga imprescindible adaptarse al presente son tan atractivos a corto plazo, como destructivos al final.
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